Síntomas
El paciente típico con displasia de cadera del adulto es una mujer (aunque también se encuentra en varones) de alrededor de 35-40 años que presenta dolor y disconfort en la región inguinal y/o la región glútea. Además, se detecta una limitación en la movilidad de la cadera de instauración reciente, que no permite ya el grado de movimiento que tenía hasta hace sólo un tiempo.
En ocasiones, se acompaña de chasquidos, cojera y sensación de inestabilidad.
Estos síntomas no son exclusivos de la displasia de cadera por lo que es necesario hacer pruebas de imagen en todos los casos.
Diagnóstico
La prueba más sencilla y rápida para detectar la displasia de cadera en la edad adulta es la radiografía de caderas. En ella, se aprecia un “techado” o cobertura insuficiente de la cabeza femoral dentro de su cavidad correspondiente de la pelvis.
En muchas ocasiones, asociado al diagnóstico de displasia, se detectan ya signos precoces de artrosis de cadera. Algunos pacientes que han sido tratados de una displasia franca en la infancia que no se pudo corregir completamente en su día pueden presentar también estos síntomas de forma precoz.
Pese a que no es necesaria para el diagnóstico, en ocasiones la resonancia magnética puede aportar datos del estado del labrum y el cartílago articular. El TAC o scanner de cadera juega un papel en la valoración de la anatomía de la cadera con vistas a la planificación preoperatoria.
Tratamiento
El tratamiento de la displasia de cadera del adulto depende del grado de afectación de la cadera por la propia displasia, así como de la presencia de artrosis.
En pacientes menores de 35 años que no presenten artrosis la prioridad reside en realizar una cirugía preservadora de cadera.
Para ello, se realiza una operación para “recolocar el acetábulo de la pelvis” y así corregir la anatomía de la cadera, mejorando su mecánica para evitar el desgaste.
Esta intervención se denomina osteotomía periacetabular; en ella, se corta la pelvis con una sierra o escoplos, lo que permite su recolocación y su fijación con tornillos en una posición adecuada que mejore la distribución de cargas en la articulación.
Esto alivia los síntomas y prolonga el bienestar de la cadera. Se trata de una cirugía compleja que, pese a que hoy en día se realiza mediante un abordaje mínimamente invasivo, precisa una preparación y recuperación muy planificada y supervisada.
La artroscopia de cadera es una técnica quirúrgica mínimamente invasiva que permite, mediante el uso de una cámara dentro de la articulación y unos instrumentos especialmente diseñados para ello, corregir anomalías anatómicas, así como reparar el labrum y actuar sobre el cartílago articular.
No es una técnica que deba generalizarse en casos de displasia de cadera, sin embargo puede ayudar a corregir puntualmente determinadas anomalías.
En caso de que ese desgaste ya esté presente, la cirugía preservadora de cadera suele dar lugar a resultados pobres.
La prótesis de cadera es entonces la intervención indicada. Existen opciones especiales dentro de la misma para pacientes jóvenes, que ofrecen una función pensada para pacientes más activos que perdure en el tiempo.
Sabías que… ¿La displasia de cadera tiende a transmitirse de forma hereditaria y es más común en las mujeres? Además, el riesgo de presentar dispasia de cadera también es mayor en bebés que nacen en posición podálica.
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